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PRAGA LA BELLA II
Contiene la Segunda Parte del reportaje.
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LA CATEDRAL Y EL CASTILLO DE PRAGA,
Y MÁS FOTOGRAFÍAS DE LA CAPITAL CHECA:
 
 

El Palacio de Wallenstein en un imponente castillo barroco, construido entre los años 1623 y 1630 por Albrecht von Wallenstein, Duque de Mecklemburgo.

Hoy sesiona allí el Senado checo y ofrece dos tractivos: no sólo verlo de cerca, sus jardines y por dentro, sino la ciudad desde él. Y lo mismo ocurre con la impresionante catedral de San Vito, que garantiza tales mismas latitudes.
La Catedral de San Vito es un templo católico romano que sirve de asiento al Arzobispo de Praga.

Es un inexcusable documento barroco dedicado a San Vito, y su establecimiento es tan tempranero como el año 925, cuando se erigió su primera iglesia, pero lo que es la catedral gótica en sí nació en 1344.

Según pasaron los años y fue creciendo, se incorporó en estilo al Renacimiento y al Barroco hasta que fue completada en 1920, cuando el escultor Vojtech Sucharda trabajó en su fachada.

Pero mucho de una belleza particular que exhibe se debe a la mano del famoso artista Alfonse Mucha, un maestro citable del Art Nouveau, que decoró la nuevas ventanas y parte de la nave norte en los años 20 del siglo pasado.

Y si inolvidable es por fuera, por dentro es igualmente memorable.

Imposible también resulta su rosetón gótico sobre el portal que describe escenas bíblicas de la creación.

Para los amantes de ls catedrales ésta es una a poner en la lista.

Y desde el alto de sus ventanas también se ven magníficas vistas de la ciudad.

Al terminar la visita a la catedral, se puede hacer un recorrido por el llamado Golden Lane, una vieja calle dentro del complejo del castillo, muy interesante, compuesta por 11 casas históricas que, cual una vitrina al pasado, hace un paseo desde épocas tan remotas como el Medioevo y que son verdaderas reproducciones del modo en que los habitantes de Praga vivían y trabajaban antes. Una de estas casas, señalada con el número 22, es en la que Franz Kafka vivió con su hermana.
Como otro sitio de interés de la ciudad también, aunque de sabor contemporáneo, hay que ver la llamada Pared de Lennon, un muro que los jóvenes espontáneamente dedicaron a la memoria del ex-Beatle, y que el gobierno comunista de Gustav Husák se afanaba en pintar para ocultar los graffiti… hasta que perdió la batalla una vez eliminado el horrible sistema del país. Irónicamente, los estudiantes de aquella época le llamaban a la afición Lennonismo parodiando lal palabra ideológica Leninismo. Es uno de los puntos de peregrinación de Lennon más importantes del mundo. Se encuentra en las cercanías del Puente Carlos y en el Mala Strana.
Finalmente, debemos citar el Museo de Kafka —no confundir con la casa del célebre escritor checo— que ofrece una colección de información y piezas sobre su vida, obra y muerte. En el frente llama la atención poderosamente una escultura del artista checo David Cerny, consistente en dos figuras de hierro masculinas, animadas mecánicamente, que rotan la pelvis, y el miembro viril de cada una de ellas, mientras simulan orinar sobre el mapa de la República, sube y baja.
Moverse en Praga no es difícil. Incluso para salir de aeropuerto cuando llegamos, no es necesario tomar un taxi —los taxis son caros—, sino que la ruta 119 le lleva a uno a la ciudad a conectar con la magnífica red tranviaria de la ciudad y su eficiente Metro, inaugurado en la primavera de 1974.
Es conveniente cambiar dólares a coronas dentro del aeropuerto para pagar el boleto para el autobús en las maquinillas automáticas al efecto que encontraremos fuera en la parada.
Pero los taxis, para quien de todas maneras desee depender de ellos, son abundantes.
Los tranvías fueron nuestra fuente predilecta de transporte para movernos de un lugar a otro de Praga. Los hay incluso adorablemente viejitos, que le dan un agradable acento nostálgico a la ciudad.
Como a diferencia del Metro —que va a oscuras bajo tierra—, los tranvías son de superfice, pueden también ser felizmente empleados por el turista para disfrutar de las vistas de Praga. Varias veces subimos a algunos sin rumbo en particular para pasear por la ciudad.
Aunque en nuestro caso anduvimos la ciudad por cuenta propia, es fácil hallar decenas de ofertas de excursiones para recorrer la ciudad con un guía, lo mismo en el hotel que en kioskos callejeros, para ir a los puntos que nosotros visitamos y otros, como el barrio y el cementerio judío.
Es muy frecuente encontrarse con vintage cars que hacen esa función, algunos de ellos autos Skoda de la era del comunismo.

En cuanto al dinero, la República Checa usa paralelamente su moneda nacional, la corona, junto con el euro. Es conveniente tener ambas, porque casi todo se puede pagar con cualquiera de las dos, pero para las “compras menores”, durante nuestra estadía era más conveniente operar con coronas.

Cambiar moneda no es problema ninguno, hay abundantes casas de cambio por toda la ciudad, pero éstas son las que hacen una transacción más desfavorable. Lo mejor es cambiar en el aeropuerto en cuanto uno llega, o en los ATM internacionales.

Praga es una ciudad que da perfectamente para una semana y más para recorrerla intensa y minuciosamente. Sin embargo, nososotros la agotamos en unos tres días, porque teníamos ante sí una exhaustiva carrera de visita a otros países de Europa Central. Terminamos partiendo de la capital de la República Checa después del mediodía del tercer día, camino a Nüremberg, Alemania, en autobús desde la vieja estación de trenes de la ciudad, pero ya esa es otra historia…
 
A continuación, más fotos de Praga, para completar la visión
de la capital checa:
 
 
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